Autora Carmen Vázquez Bandín

            ¡En estos momentos nos está tocando vivir un tiempo difícil! Una pandemia debida a un coronavirus, el encierro prolongado en casa -solo o acompañado-, una situación laboral inestable, y un largo etc. que ponen de manifiesto la incertidumbre de nuestra vida presente y de nuestro futuro.

            Todos estamos viviendo una especie de mini-duelo. Puede que no haya muerto ningún ser querido en estos días, entonces ¿Por qué lo llamo mini-duelo? Ni más ni menos porque en esta situación de cambio radical de costumbres estamos viviendo una pérdida real aunque no sea de la vida: hemos perdido nuestro mundo cotidiano.

            Con seguridad estás experimentando un montón de sensaciones y de sentimientos que no habías sentido nunca o que creías que tenías controlados: palpitaciones, dolor de estómago, miedo, incertidumbre, ansiedad, insomnio, irascibilidad… Y todo esto parece que va en bucle haciendo que todos se agudicen más.

            En los primeros días de la pandemia, seguro que estabas hasta animado, un poco “maníaco” que diríamos los psicólogos clínicos. Hacías bromas y chistes. Tenías un humor excesivamente alegre, y te parecía divertido e incluso exagerado tenerte que encerrar en casa y te advirtieran de lo peligroso que era el contagio. Esta primera semana hiciste acopio de comida, y te prometiste ver todas las películas y series de televisión que no habías tenido tiempo de ver. Ni siquiera notabas que estabas un poco demasiado eufórico. Eran como unas vacaciones fuera de fecha. Estabas en la etapa del shock y la negación.

            Peo conforme han pasado los días, el sofá ha empezado a serte incómodo, la comida ya no es tan apetecible, el encierro ha empezado a ser asfixiante y el sueño ya no es reparador. Y entonces, has empezado a poner en marcha la imaginación, en su peor forma: las fantasías catastróficas. Has empezado a echar de menos a los tuyos y a ponerte en lo peor, te has hecho consciente de que el trabajo y el sueldo han dejado de ser algo seguro, las vacaciones no van a ser posibles,… y la soledad aunque sea en compañía ha empezado a hacer su aparición. Puedes llorar pero… ¿por qué vas a llorar? ¡Las lágrimas no te salen! Puedes enfadarte con alguien pero… ¿eso te arregla tu estado?  Y te vienen cientos de preguntas a la cabeza: “¿Cuánto va a durar este encierro?”. “Y luego, ¿qué?”. “Realmente hay alguien que tenga las respuestas a esta situación?”, etc. Se ha instalado en ti el mini-duelo en todo su esplendor: vas de la tristeza al miedo, a la incertidumbre, a la soledad, al enfado…

            ¡Tranquilo, todo lo que estás sintiendo es normal! Es la reacción que tenemos los humanos ante una situación de estrés y de incertidumbre. Nuestra vida, ya fuera divertida o monótona, nos ha cambiado de la noche a la mañana. Y nuestra vida habitual, nuestras rutinas se nos han venido abajo.

            Cuando no podemos controlar ni prever nuestro futuro inmediato, cuando no tenemos las respuestas ni las acciones para cada momento, cada día y cada situación, la impotencia nos hace volvernos hacia nosotros mismos. Más que “hacia” habría que decir “en contra”, de nosotros mismos. Y esto es lo que nos ocasiona este sinfín de emociones que se revuelven en ti creando el desasosiego que sientes.

            Me gustaría tener una varita mágica, o un mantra que pudieras repetir que te despertaran de esta aparente pesadilla. Pero no tengo la varita mágica, ni esto es una pesadilla.

            Pasará, porque todo en la vida pasa aunque no sepamos cuándo, ni en qué condiciones. Pero mientras pasa, si podemos hacer un par de cosas que nos pueden ayudar a hacer que cada día sea más soportable o, en cualquier caso, no tan malo.

            Lo primero que puedes hacer es organizarte un horario para cada día. Dicho de otra manera: procurar levantarte a las mismas horas, hacer tus comidas a las mismas horas, y tener un plan de actividades que te gusten. Puede que, al principio, te cueste un poco pero todo es cuestión de que te lo propongas. Y si te pones a leer o a ver una película y se te vuela la cabeza a otra cosa… vuelve a ver o a releer lo que te hayas perdido. ¡Eres tú quien manda en tu vida y no un coronavirus salido de no se sabe dónde!

            En segundo lugar: evita el huir del presente refugiándote en las fantasías negativas. Cuando veas que empiezas a imaginar un futuro desastroso… respira profundamente, siente tus pies apoyados en el suelo, y ponte a hacer alguna actividad mecánica, rutinaria aunque sea barrer el suelo, fregar los platos o lavarte la cabeza.

            Y en tercer lugar: no te maltrates (ni a nadie que viva contigo). No te hables mal, ni te insultes cuando no hagas caso al plan que te has programado, o cuando comas más de la cuenta o cosas que no deberías comer. Maltratarte y hablarte mal aunque lo hagas en silencio y “para dentro” no te ayuda a que el día sea más llevadero. Busca la manera de ser tolerante contigo mismo.

            No te cargues de tareas más de lo que sea aconsejable. Yo hoy no te voy a proponer ninguna más.

            Si quieres saber más, algo más extenso o alguna explicación de cualquier otro tema, estamos aquí, contigo, dispuestas a ayudarte en lo que esté de nuestra manos. ¡Gracias por buscarnos y encontrarnos! Esperamos serte de ayuda y estar cerquita de ti en estos días largos y grises aunque fuera de casa haya sol.

Carmen Vázquez Bandín

Psicóloga clínica

Centro de Terapia y Psicología- Madrid  

www.centrodeterapiaypsicologia.es

(Descarga el escrito en pdf)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para optimizar su navegación. Para seguir navegando, por favor, acepte el uso de estas cookies más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para «permitir cookies» y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en «Aceptar» estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar