Autora Carmen Vázquez Bandín

Noventa y nueve días han pasado desde que empezó el confinamiento, y algunos días más desde que el ya famoso –pero no por eso conocido- COVID-19 empezó a hacerse notar por el planeta Tierra.

                En este tiempo no nos ha caído ningún asteroide –aunque parece que alguno nos ha pasado rozando- ni ningún meteoro, ni tampoco nos han invadido los extraterrestres –y eso que se han cansado de repetir la noticia de que por lo menos hay 36, ni 35 ni 37, civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia!-.

El “notición” es que, el domingo 21 de junio, parece que los seres humanos vamos a recuperar la “libertad”, junto con el principio del verano, un elipse anular solar y algún que otro acontecimiento global que nunca solemos tener en cuenta porque los humanos somos tan soberbios y engreídos que solamente nos interesamos por nosotros mismos y nuestra libertad para dedicarnos a hacer lo que nos “fluya”. Y no es así.

La libertad, aquella que conseguimos comiendo del “árbol del Conocimiento”, lleva emparejada otra característica: la responsabilidad por nuestros actos y decisiones.

Los seres humanos como especie podemos ser muy diferentes. Hay personas altas y otras bajitas. Gordas y flacas. De piel blanca o con miles de matices hasta el ébano. Rubios y morenos. Y aunque sobre gustos no haya nada escrito, “cada uno es como es y anda siempre con lo puesto” que diría Serrat. Pero junto con las diferencias físicas, psicológicas, en los gustos y en las peculiaridades específicas, todos los seres humanos somos libres, responsables y sociales/relacionales.

¿Qué quiere decir esto? Que puede que no creas que hay un coronavirus que va causando estragos entre los humanos, puede que no te gusten las normas del gobierno, puede que pienses que hay gente demasiado obediente, o cobarde, o fóbica o hipocondríaca…, puede que no te conmueva que haya mucha gente que ha perdido a sus seres queridos, o que lo ha pasado muy mal con la enfermedad… La lista de los “puede” es infinita pero nos debes un respeto a quienes no pensamos como tú, y somos muchísimos ya que ¡cada uno es de su padre y su madre!

¿Tanto te cuesta llevar mascarilla en los sitios públicos, lavarte las manos, mantener la distancia de “seguridad”, no tirar basura por las aceras, y ser amable y educado con quienes no son tú?

A esto me refiero cuando hablo de libertad, responsabilidad y que somos sociales. A que no estás tú como único ser en el planeta Tierra. A que vivimos en un planeta lleno de vida, no solo está la tuya.

Entramos en una etapa en la que son importantes los valores. Esos que parece que hemos perdido mucho antes de que apareciera el coronavirus o nos confinaran. Estoy hablando, -¡otra vez las mismas palabras!- de responsabilidad, solidaridad,… y añado: respeto, amabilidad, compasión –no como término religioso sino como la habilidad de comprender el sufrimiento del otro-, empatía.

Durante lo peor de la pandemia se hablaba de que con seguridad este sufrimiento nos iba a cambiar, que íbamos a ser mejor personas. Yo tengo mis dudas pero quiero seguir manteniendo la esperanza.

Necesitamos volver a los valores que, se supone nos caracterizan como humanos. Aunque yo diría más bien que tenemos que volver a los valores que nos caracterizan como animales. ¡Sí, animales! Ellos se respetan, respetan los territorios de los otros, cuidan de sus congéneres, juegan y se divierten entre ellos, se pelean y hacen las paces, protegen el entorno en el que viven, no destruyen la naturaleza. Solamente se ponen “molestos” se alguno de ellos no cumple las “normas” de buena convivencia entre ellos o entre especies, o si tienen que comer. Y ni los animales más independientes son egoístas ni hacen las cosas “porque les fluye”.

                Según el Reloj científico del Apocalipsis (https://es.wikipedia.org/wiki/Reloj_del_Apocalipsis) estamos a 100 minutos para que se acabe el mundo. De alguna manera se ha acabado ya el mundo que conocíamos hasta ahora. Puede que no esté en nuestras manos revertir ese reloj, o puede que sí. Los seres humanos nos caracterizamos por hacer todo en el último minuto… ¿quién tiene que enseñarnos a recuperar nuestros valores?

                Estoy convencida que si utilizamos nuestra libertad y responsabilidad y cada uno de nosotros empezamos a comportarnos como dignos humanos entre humanos –y otros muchos animales- posiblemente la Vida nos de otra oportunidad. Esta vez para vivir en un planeta mucho más equilibrado y sensato.

                Puedes empezar por cumplir las normas de convivencia que tenemos en la actualidad. Te las recuerdo por si las has olvidado, aunque te las he dicho al principio, la memoria es “flaca”: lleva mascarilla en los espacios públicos, abiertos y cerrados; respeta a distancia de seguridad; lávate las manos; sé solidario, amable y respetuoso con los demás; no tires las mascarillas, ni los guantes, ni basura por las aceras.

                Desde que empezó el siglo XXI –y no hace tanto-, hemos tenido siete pandemias: el SARS-CoV, en 2002; la gripe aviar en su cepa H5N1, en 2005; en 2009-10, la pandemia de gripe A (H1N1); la epidemia de ébola en el 2014; el virus del Zika, en 2015; y actualmente el COVID-19 que por lo que parece está siendo la más grave. ¿Necesitamos que el planeta Tierra nos siga mandando “avisos” cada vez más “llamativos”? ¿No la llamamos “la Madre Tierra”, la “Pachamama”, “la Madre Naturaleza”? Nos ha dejado “castigados” en casa sin poder “salir a jugar” con los demás, sin que nos besemos y abracemos, sin disfrutar de la Naturaleza (que ha reverdecido y mejorado sin nuestra presencia). Somos sus hijos “mayores”, y nuestra adolescencia rebelde no puede seguir diezmando a los otros seres vivos ni a nuestros semejantes. Necesitamos dejar de ser “los matones del barrio”.

¡Por favor, estamos a tiempo de cambiar! ¡Cuidaos y cuidad no solo a quienes os rodean aunque no los conozcáis, sino a cualquier forma de vida (las plantas también cuentan), y confiemos en que la Madre Tierra vuelva a fiarse de nosotros!

Carmen Vázquez Bandín

Psicóloga clínica

Centro de Terapia y Psicología-CTP

www.centrodeterapiaypsicologia.es

(Puedes descargar el escrito en pdf)

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