Autora Carmen Vázquez Bandín

C. Castoriadis (1922-1997), filósofo griego radicado en París hasta su muerte, hacía una clara distinción entre evolución y revolución. En la evolución, los seres vivos cambiamos lentamente, en la revolución estos cambios se aceleran. Una revolución obviamente no implica derramamiento de sangre, sino la transformación de las consciencias individuales. Esta pandemia nos ha metido de lleno en una revolución.

                Pero de nosotras/os depende que este cambio de consciencias y de vida llegue a un buen fin o nos quedemos por el camino peleándonos las/os unas/os contra las/os otras/os o todas/os confinados en nuestras casas o en nuestras vidas en un aislamiento improductivo.

                En muchos de los seminarios que he impartido hablaba de la enseña de la revolución francesa de 1789, “Liberté, égalité, fraternité” como los ejemplos de algunos de los movimientos políticos de las últimas décadas. La Igualdad como modelo comunista, la Libertad como modelo capitalista… pero podríamos decir que ninguno de los dos ha dado ningún buen resultado, a la larga, para crear una sociedad más feliz, más igual, más justa, y más venturosa. Pero todavía no hemos explorado la vía de la Fraternidad, la vida de las comunidades entre iguales.

                Cuando miro el panorama nacional e incluso el internacional lo único que encuentro son unos políticos que corren como “pollos sin cabeza”, desnortados, intentando encontrar soluciones para supuestamente proteger a sus conciudadanos y para salvar vidas y economías. Pero con seguridad y, fundamentalmente, para protegerse y salvarse ellos. Nunca he oído tantas veces en la televisión a nuestros gobernantes hablar de “expertos”, “evidencias científicas” y “criterios científicos” pero no sé si consciente o no conscientemente, con sus normas, órdenes y recomendaciones los único que hacen es sembrar la inseguridad, las dudas, el miedo, la falta de apoyo y el hartazgo entre nosotros, ciudadanos que hemos dejado de creer en sus titubeos, cambios de opinión y palos de ciego. Su narcisismo no les permite ver más allá de su situación personal y sus estrechas miras. No saben o no quieren saber qué hacer para ofrecernos apoyo y una cierta protección aunque nadie tengamos certezas en esta pandemia. Y nada ni nadie les va a sacar de su narcisismo.

                Por recordar aquí brevemente algunas de las características de las personas narcisistas, podríamos decir que se creen mejores que los demás, quieren ser el centro de atención, necesitan controlar todo lo que les rodea, son encantadores y seductores, son manipuladores, carecen de empatía, son envidiosos, no les gusta recibir órdenes pero si darlas, se muestran invulnerables, no aceptan las críticas, nadie es suficientemente bueno para ellos, tratan a los demás como vasallos ignorantes. ¿Os suena este perfil en algunos de nuestros políticos?

                Y mientras, los ciudadanos o caemos en su estúpido juego y nos llenamos de miedos, angustia, depresión y otras alteraciones mentales y emocionales, tratando de obedecer ciegamente estas normas contradictorias y dedicándonos a perseguir y denunciar a nuestros vecinos si no cumplen las órdenes (aunque siempre hay ciudadanos peligrosamente incívicos); o nos vamos al polo contrario volviéndonos excesivamente individualistas. Os recuerdo que, según el diccionario, el individualismo es “la tendencia de una persona a obrar según su propia voluntad, sin contar con la opinión de los demás individuos que pertenecen al mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento que regulan sus relaciones”.

                En cualquiera de estos dos casos, el resumen es “divide y vencerás”. Y si es así, no habremos aprovechado esta pandemia (que ninguno queríamos ni queremos) para que la fuerza de la horizontalidad, de la agrupación entre iguales pueda ofrecernos poco a poco, y con persistencia y constancia, un mundo diferente donde prevalezca la solidaridad, el hermanamiento, la empatía, la compasión, la sinceridad, el respeto por la naturaleza y el entorno, la aceptación y el respeto por las diferencias, …

                No nos queda más remedio que explorar la Fraternidad, la colaboración en pequeñas comunidades de apoyo y ayuda mutua.

                En el Webinar gestáltico internacional organizado por Margherita Spagnuolo, los colegas debatíamos entre nosotros lo mucho que la comunidad gestáltica teníamos para ofrecer al cambio social. Pero creo que el mucho trabajo a hacer no empieza por grandes escritos, ni reuniones online de cientos de miembros, ni programas de igualdad, cambio y solidaridad, … empieza por las pequeñas familias gestálticas, por los pequeños grupos gestálticos que con apoyo y objetivos comunes puedan, lo mismo que hace el coronavirus, propagar a cuántos nos rodean en el supermercado, en la farmacia, en las tiendas a las que vamos, una actitud, y una forma de comportarnos diferente, acorde con el modelo en el que nos hemos formado y del que presumimos con pertenecer. El famoso 15M que fue un modelo de referencia en prácticamente todo el mundo, se vino abajo en cuanto se politizó. Esto no trata de política, trata de humanidad. Sabemos que es mejor una sonrisa que una regañina. Que es mejor un gesto amable a un bufido. Que es mejor pensar en positivo y estar bien apoyado que quejarnos y pedir soluciones a quien no las tiene. Que es mejor la justicia que la magnanimidad y las limosnas. Que es mejor la incertidumbre sabiendo que no estás sola/o que las falsas certezas prepotentes. ¡Qué te voy a decir que no sepas ya, tú, que eres gestáltica/o!

                ¡Cuídate mucho porque todas/os te necesitamos para co-construir un mundo más habitable y respetuoso! ¡Y ese cambio ya ha empezado, no podemos desaprovechar la oportunidad!

Carmen Vázquez Bandín

Psicóloga clínica

Centro de Terapia y Psicología-Madrid

www.centrodeterapiaypsicologia.es

(Puedes descargar el escrito en pdf)

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